Hace unos 30 años participaba en un programa semanal en la TV Bandeirantes y siempre el mismo día, todos los martes, también disertaba el conceptuado filósofo brasileño Huberto Rodhen. Aunque mi amigo personal, en el programa, defendíamos puntos de vista divergentes sobre la meditación. Rodhen, notable espiritualista, no podía admitir que una práctica «espiritual» (en su opinión) pudiera ser apalancada por una simple técnica. Entonces, todos los martes él iba al aire antes de mí y me daba una puntada:
– Hay gente que dice que es posible alcanzar la meditación por medio de técnica. Esto no es admisible, pues la espiritualidad no se conquista con técnicas, sino por merecimiento.
Y, todos los martes, yo iba al aire enseguida y rebatió elegantemente, sin discrepar abiertamente, pero enseñando:
– Bueno, vamos a practicar la técnica de meditación que el Yôga milenario transmite desde hace siglos, con incuestionable éxito.
Después, terminado el programa, riamos de nuestras divergencias filosóficas y íbamos juntos a tomar un té. Siempre he respetado mucho el que considero el mayor filósofo brasileño, uno de los más relevantes del siglo pasado. Relato aquí esta historia para ejemplificar que discordancias fundamentalistas no deben hacer que los partidarios enemigos entre sí.
Fuente: libro Meditación y Autoconocimiento, DeRose