Donde hay sutileza, generalmente, hay buena educación. La sutileza tiene que ver con pulir las maneras, con el refinamiento.
Sutileza en la forma de sostener una taza, un vaso, un tenedor. Sutileza en la forma de sentarse en el sofá sin tirarse encima o de darse la vuelta en la cama sin molestar al compañero que está allí. Sutileza en la forma de tocar las personas y los objetos. Sutileza en la forma de cerrar el maletero del coche de un amigo. Sutileza a la hora de devolver las cosas exactamente de donde las hemos tomado, en casas ajenas, por muy cercanos que seamos con esa persona. Sutileza a la hora de elegir las amistades y las personas con las que nos vamos a involucrar afectivamente. Sutileza en la forma de quejarse o en la forma de decir la verdad.
No hay nada más agradable que poder decirle a alguien:
-No sé si me gustaría eso.
Y el otro entiende que no quieres eso en absoluto, no insiste y no pregunta por qué. Imagina que para obtener este resultado tuvieras que decir:
-Amigo, no me interesa ¿me entiendes? No insistas.
Y peor aún, ¡si el espécimen de Homo Sapiens no entendiera las palabras y tuvieras que recurrir a la fuerza física para hacerte respetar! Por ejemplo, tener que cerrar una habitación con llave para que el humanoide entienda que no debe entrar. […]
Sutileza es no pedir nada prestado, pero, si lo haces, tienes que devolverlo rápidamente y en perfecto estado. Y no revisar los libros u otros objetos de otra persona. Y no poner nada en el escritorio de otra persona y dejar que se quede allí, contribuyendo a la confusión o aumentando el estrés.
La sutileza es ser delicado, atento, cuidadoso, suave, gentil. Ser sutil es esforzarse por no hacer nada que pueda desagradar a los demás. Es ser gato y no ser perro al moverse, al pisar, al chocar o al tocar.
Ser sutil es absorber y asimilar una educada indirecta en lugar de comportarse como un muro de piedra y rechazar las críticas, devolviéndolas automáticamente para defenderse.
La ciudad de Canela, en Rio Grande do Sul, es muy fría en invierno. Una vez, visitando a una amiga, me quedé dos días en su casa. Era una muy buena anfitriona, como suelen ser los gauchos. Nos proporcionó una comida deliciosa, una ropa de cama perfumada, toallas mullidas para el baño. Después de la ducha, preguntó elegantemente si todo estaba bien. Le informé sutilmente de que la ducha de la habitación de invitados no tenía calefacción y bromeé diciendo que no importaba porque una ducha fría en invierno es un excelente beneficio para la circulación. Teníamos la intimidad necesaria para bromear. ¿Cuál fue mi perplejidad al escuchar su respuesta?
– Sí… pero también tuve que tomar una ducha fría en tu casa.
Nos reímos mucho de nuestra mutua desgracia y seguimos siendo amigos. Pero hasta hoy arrastro la cruel duda: ¿se ofendió? Es atroz tener que preservar una amistad a costa de caminar sobre huevos. Una cosa que perdió para siempre. No volveré a contribuir con críticas constructivas, porque me di cuenta de que ella no las acepta. Y nunca más voy a usar sutilezas con ella.
Ser sutil es reconocer un error que te han señalado los demás, incluso cuando no estás de acuerdo y creas que tienes razón. Tengo algunos amigos, excelentes personas, pero siempre están a la defensiva. Nunca escuchan y nunca aceptan. Siempre tienen que justificarse.
Por cierto, si los analizamos fríamente, tan fríamente como mi baño, hay que reconocer una definición que dice: la neurosis consiste en haber aprendido mal, en haber asimilado una educación equivocada. Por lo tanto, podemos concluir que la persona mal educada es un neurótico. Un ejemplo de ello es el comportamiento observado en algunos estratos culturales que aprenden a «no llevarse ningún disgusto a casa» y, por ello, quizá se lleven un ojo morado, una enemistad para el resto de su vida o un proceso penal por agresión. No se discute que a estas personas se les ha enseñado erróneamente a vivir.
Ser sutil es sinónimo de tener buenos modales, incluso cuando el origen de uno es humilde, incluso si uno nunca ha leído un libro sobre buenos modales.
Texto del Profesor DeRose, Libro «Viva más y mejor». Editora Egrégora Books.