Hay procesos que tardan meses o años en generarse y, cuando los notamos, no podemos modificarlos inmediatamente. La flexibilidad es una capacidad que el cuerpo va desarrollando durante años y si, de repente, nos damos cuenta de que no estamos tan flexibles como nos gustaría, queremos poder actuar y “solucionarlo”. Tenemos una expectativa para nuestro cuerpo y pretendemos que los cambios se produzcan ya. Pero si, acostumbradxs a soluciones rápidas, actuamos de esa manera sobre la flexibilidad, puede llegar a ser un proceso nada agradable e incluso contraproducente.
Para encarar ciertos desafíos, tenemos que modificar cómo pensamos que conviene hacerlo. Es posible lograr que el cuerpo gane flexibilidad y que este proceso no sólo sea más rápido, sino placentero. Para eso, primero trabajamos con la mente, haciendo que adopte un estado que sea el ideal para poder modificar el cuerpo. Que nuestras expectativas estén alineadas con la propuesta de modificar, sabiendo que ese proceso puede llevar tiempo. Y sabiendo también que no hace falta que el dolor esté presente, que no debe ser la referencia para saber si estamos avanzando.
Texto por Alex Falke