Por Edgardo Caramella
Hace unos meses fuí invitado a dar una conferencia en una importante entidad, en la cual se respiraba un clima rígido y una clara lejanía entre las personas. El primer indicio que tuve, al ingresar a la sala, fue la ropa excesivamente formal de todos los participantes: color negro tanto en los trajes de los hombres como en los vestidos de las mujeres. El más osado se atrevía a cortar la solemnidad con una camisa celeste y una corbata a rayas.
A los pocos minutos de comenzar mi exposición, observando los gestos adustos de la mayoría, me detuve, hice un comentario sobre la sensación que me transmitían y los invité a ponerse de pie para realizar, juntos, algunas técnicas respiratorias y corporales.
Puedo asegurarles que el cambio fue notable: la expresión dura se transformó en sonrisa, los nudos de las corbatas se aflojaron y el encuentro fue divertido, fecundo y agradable para todos.
¿Qué ocurrió para que se generara un cambio tan importante? Algo muy simple: recurrí a técnicas que les permitieron conectarse con sensaciones propias y establecer mejores vínculos con los compañeros, especialmente al hacer algunos ejercicios de a dos.
Mi tema específico en ese momento era liderazgo; sin embargo, haber recurrido a las técnicas y salirme de la teoría permitió que se disolvieran las barreras de hielo que se interponían entre todos.
No precisamos grandes inversiones económicas para generar una atmósfera amable, humana, de unión y de trabajo colaborativo. Tiene que ser una actitud, una parte importante de la cultura de la organización, algo que esté presente en el manifiesto comportamental.
En ese desafío, los líderes son parte fundamental. Deben constituirse en facilitadores para que las personas disfruten de hacer lo que hacen y puedan responderse preguntas como ¿por qué estoy aquí? O ¿cuál es mi misión? Obtendremos estas respuestas incorporando entrenamientos que favorezcan la sabiduría y expandan el autoconocimiento.
Es lo práctico, lo empírico, lo que verdaderamente nos cambia, generando personas más amplias, productivas, felices y poseedoras de herramientas que les permitan convertirse en agentes de cambio del mundo que ya llegó.
Fuente: https://www.edgardocaramella.com.ar
Edgardo Caramella
Maestría en Método DeRose
Presidente de la Federación Método DeRose de Buenos Aires
Coordinador del Colegiado Internacional de Federaciones