Mi madre era dibujante y pintora. Nacida en Rosario en 1921, fue la única mujer aceptada por la Universidad de Bellas Artes de su ciudad natal, en épocas en que ellas eran objeto de fuerte discriminación para acceder a estudios universitarios, especialmente en carreras que socialmente se consideraban poco dignas para una mujer de buena familia y costumbres.
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Su decisión y el apoyo de su padre hicieron posible que ingresara y lograra terminar los estudios.
Desde niño me gustaba mucho observarla en su atelier, retratando personajes diversos, con frecuencia mendigos que contrataba en la calle; ponía especial cuidado en ser fiel a las duras o variadas marcas que denotaban sus caras curtidas.
Mi madre trataba muy bien a esos modelos vivos: los alimentaba, dialogaba con ellos para tratar de conocerlos y, según me decía, “colocar en sus pinturas no solamente lo externo sino también algo de sus experiencias de vida”.
Cuando recuerdo esto, y especialmente el proceso previo de disponer los colores en su paleta, lo asocio con la preparación de la persona en cualquier actividad en la que desee avanzar y conquistar buenos resultados.
Los líderes, especialmente, se construyen mediante experiencias surgidas del acierto y el error. Para lograr liderar personas debemos conocerlas, y ese conocimiento surge de nuestras propias experiencias de vida.
Por ello, así como el pintor que cuenta con una paleta de muchas tonalidades podrá expresar en la tela variadas combinaciones y generar mejores resultados, el buen líder que amplía su mundo podrá acumular más experiencias para comprender a sus equipos. Logrará conducirlos utilizando diversos matices en su relación con ellos, tal como el artista suma gamas y tonalidades para llegar a la imagen final.
Liderar es un arte, tan complejo y cambiante como la pintura. Sujeto a las distintas tendencias sociales que van ocurriendo y a los cambios de emociones en las personas, de la misma forma en que constantemente cambian la luz o la sombra para el artista.
Sabemos que cada persona es un individuo singular y complejo al cual debemos comprender y conocer para ayudar a que desarrolle sus talentos y los sume al equipo que integra.
Así como el artista, mediante trazos firmes, va logrando aproximarse a la imagen más cercana a la realidad que observa o imagina, el líder debe lograr que su equipo comparta sus sueños y lo acompañe en el rumbo que su experiencia le indica como favorable en ese momento.
Para incrementar nuestro bagaje de experiencias tendremos que ampliar las fronteras de nuestro mundo en el trabajo. Implementar cosas creativas, como por ejemplo pasar un tiempo en la empresa de un cliente y conocer sus necesidades. Acercarnos a los líderes con más experiencia, integrar equipos multidisciplinarios, escuchar a los más antiguos y conversar con aquellos que ya se retiraron de la actividad y serán generosos por no estar ligados a intereses particulares. Conocer las necesidades y dificultades de los otros departamentos, encontrar un Mentor, liderar emprendimientos de cualquier tipo para desarrollar la capacidad de conducir, desde organizar una fiesta familiar o integrar grupos solidarios, hasta asumir la responsabilidad de un gran proyecto. Además, extender el aprendizaje a lo externo, viajando más, estudiando idiomas para comunicarnos mejor, leyendo mucho, ampliando nuestra cultura general (teatro, cine, museos, etc). Es fundamental mantener el cuerpo en buena forma cuidando la alimentación, practicando actividad física inteligente con disciplina, entrenando técnicas de concentración y meditación con miras al autoconocimiento.
En todas estas actividades conoceremos personas diversas y pasaremos por experiencias que enriquecerán nuestra capacidad de liderar grupos y tomar decisiones creativas.
Así como muchos pintan y pocos son artistas, observo a gran cantidad de personas que dirigen grupos, pero no son tantos los que verdaderamente lideran, como consecuencia de sus estrechos mundos personales.
Hasta la semana próxima.
Texto por Edgardo Caramella