Hace unos años, me encontraba circunstancialmente en una ciudad del interior de nuestro país. En esa oportunidad una persona amiga, conocedor de mi sensibilidad hacia la protección de los animales, me invitó a participar de la fiesta de aniversario de la Asociación Protectora de Animales de esa localidad. Acepté sin dudarlo y con el deseo de poder colaborar con la Asociación.
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Al llegar a la fiesta, me recibió el presidente que era quién me había invitado y recorrimos el lugar. Llegamos a un amplio patio en donde se apreciaban grandes parrillas y asadores laboriosos que transpiraban sobre el fuego para cocinar variados tipos de animales que serían las atracciones especiales del festejo. Grandes cruces mostraban sobre el fuego a corderos y cerdos cocinándose a fuego lento mientras en las habituales parrillas se doraban en largas filas chorizos y morcillas.
Me sentí impresionado y sorprendido… tomé del brazo a mi amigo y lo invité a acompañarme hasta un letrero en donde se anunciaba que estábamos en la Sociedad Protectora de Animales.
Señalé el cartel indicador y le pregunté: perdóname, pero esta es una entidad dedicada a proteger la vida de los animales, ¿verdad? ¿De cuáles? ¿De los que no se comen?…
Mi amigo me miró, y en voz muy baja me respondió diciéndome: Tenés razón, es un poco incoherente, pero así logramos que más personas participen.
En más de cuatro décadas de no comer carne y sus derivados, fui encontrando distintas formas de resistencia por parte de las personas que sí la comen y que por paradigmas o simplemente por hábito no se abren a otras posibilidades.
Al viajar a otros países con culturas gastronómicas diferentes, pude comprobar que la alimentación es predominantemente un hecho cultural y social y que existen diversas opciones que no incluyen las carnes en sus dietas, negando la afirmación que su ingesta es imprescindible para estar bien nutrido.
Me marcó esa historia y me hizo pensar en la frase de Paul McCartney: si los mataderos tuvieran paredes de cristal todos seríamos vegetarianos.
Tal vez sería una buena excursión para el próximo fin de semana visitar un frigorífico o matadero y después decidir de qué deseamos alimentarnos.
Texto por Edgardo Caramella