Siempre que decidimos hacer o no hacer algo pagamos un precio.
Cuando hacemos algo dejamos de hacer las infinitas cosas que podríamos haber estado haciendo en cambio y, cuando no hacemos algo, perdemos las infinitas cosas que podríamos haber estado haciendo y además la que decidimos no hacer.
Perdemos mucho más cuando no hacemos, perdemos la oportunidad de que las infinitas cosas posibles se condensen en esa única posibilidad que nos permite llevar a acción nuestro pensamiento.
El precio, además, siempre es en tiempo. Todo lo que hacemos lleva tiempo, son segundos, minutos, horas, vidas enteras que dedicamos a aquello que decidimos dedicarnos.
Nunca nos escapamos de pagar el precio.
Entonces la pregunta surge:
¿qué es lo que te gustaría obtener a cambio de tu tiempo y tus opciones?
Si valoras tu tiempo y tus posibilidades te darás cuenta de que el precio siempre es alto, lo pagas con tu vida, por lo que la pregunta es de vital importancia.
Cuando te dedicas a un ideal o a algo que te da sentido de vida, a esa fuerza interna que te da dirección, ningún precio es demasiado alto.
“No hay nada mas maravilloso que morir por un ideal”
Este tipo de frases siempre las interpreté como tener que lanzarse y morir por lo que queremos en un instante de gloria, con armas en la mano.
Sin embargo, esa frase y muchas otras que hablan de lo mismo, hacen referencia mucho más a las decisiones que tomamos todos los días, a la sumatoria de todos los pequeños precios que pagamos y que en definitiva componen el tiempo que pasamos en este mundo.
La vida
Por Juan Celedón