por Luiz Furtado
Existe un estereotipo del meditador. Es aquél que se desconecta del mundo y vive en una paz infinita. Algunos dirían que el meditador parece estar «volado» (drogado) y parece que vive en las nubes. Este estereotipo mata nuestras posibilidades de alcanzar cualquier resultado verdaderamente interesante de la meditación.
La meditación fue traducida equivocadamente y repetidamente por los ingleses en los siglos XVIII y XIX como meditar y por ende pensar. Siendo que la idea es exactamente lo contrario, parar el vehículo mental. Actualmente los diccionarios han corrigido sus acepciones sobre esta palabra y agregaron la definición «the act of giving your attention to only one thing, either as a religious activity or as a way of becoming calm and relaxed» – Cambridge.
Actualmente los diccionarios han corrigido sus acepciones sobre esta palabra y agregaron la definición «the act of giving your attention to only one thing, either as a religious activity or as a way of becoming calm and relaxed» – Cambridge.
Aunque esté un poco más cerca de lo correcto sirve más como un golpe final para consolidar el falso estereotipo del meditador. Calmo y relajado no es el objetivo de esta técnica milenaria.
Vamos a intentar aclarar más las cosas. El término sánscrito (idioma ancestral Hindú) que designa meditación es dhyána. Se considera que es un estado de la consciencia. La consciencia es el conjunto de nuestra intuición, mente, emoción, vitalidad y cuerpo. En este estado se entiende que el ser humano está más lúcido, más despierto, más atento. No lo contrario como el estereotipado meditador occidental.
Por más que pueda dar una sensación de relajación momentánea meditar no tiene nada que ver con eso. El objetivo de un ejercicio de meditación sigue siendo aumentar esta lucidez humana, sobre si mismo y sobre al alrededor.
Todos ya conocimos alguien que medita y realmente se encaja en el estereotipo. El mundo cayendo alrededor de la persona y ella no reacciona. Queda apática, como si todo estuviera bien. O la persona «pisa en el pie» de otras personas y no percibe. Después incluso reclama que el otro se estresa por poco.
¿Cómo puede una persona que está entrenando ser más lúcida y despierta parecer al final actuar como un hippie (en la peor connotación de esta palabra)? Seguramente está entrenando mal meditación.
Es muy fácil caer en el autoengaño en ejercicios donde intentamos educar nuestra mente cansada de la rutina diaria. Son dos equívocos comunes:
Uno es buscar la calma. Nuestro inconsciente nos inducirá a un estado de relajación, simplemente por efecto del paradigma de la palabra calma. No será despertar. Podemos sugerir otra palabra que lo evite: estabilizar. Estabilizar la mente suele ser más objetivo para nuestro correcto entendimiento.
El segundo equívoco es pensar que estamos meditando pero en realidad entramos en un estado de autohipnosis. Sí, exactamente. Ya conocí alumnos cuyas parejas habían dejado todo; familia, trabajo, el «mundo real» debido a practicar meditación de forma equivocada en alguna secta por ahí. Triste.
La autohipnosis ocurre cuando la persona entra en el supuesto estado de calma, menos atento de uno mismo, de su comportamiento y principalmente de su alrededor. Los grandes meditadores que he conocido no entran en el estereotipo. Son personas mucho más despiertas. Cuando están con un grupo, por ejemplo, son los primeros en percibir que uno necesita una silla para sentarse o un agua para tomar. Están ultra atentos a uno mismo y a su alrededor. Nada pasa por su observación precisa. Y para dejar claro, no harían aquellas observaciones cargadas de juzgar que suelen venir exactamente de los menos lúcidos.
Es muy fácil percibir si uno está fallando en el aspecto 1 o 2.
Para el primero caso es sólo percibir si el practicante se demora a «enchufarse» en el día a día después del ejercicio de meditación. No debería demorar nada. Al final, estará más lúcido.
Para el segundo problema, que es el más peligroso y que «ataca» a los practicantes más asiduos sin correcta instrucción, basta ver la sensación del pasaje del tiempo durante el entrenamiento de meditación. Si se entrena mucho tiempo y la sensación es de que fue poco tiempo, está obvio que el practicante quedó menos lúcido durante el proceso (el tiempo se redujo). Ahora, al revés, si se entrena poco tiempo pero hay la sensación de haber pasado mucho tiempo (y hasta se llega a pensar «ya es hora de terminar, quedé mucho tiempo aquí») pero cuando retorna se ve que fue poco tiempo, entonces el practicante estuvo más lucido (se expandió el tiempo).
Es lógico ¿verdad? Si nuestro objetivo es estar más lúcido y atento debemos percibir más con menos.
Para finalizar. Una forma general para percibir si estamos entrenando correctamente y mejorando nuestra lucidez y atención es percibir nuestro comportamiento en el día a día.
¿Pasamos por muchas o pocas situaciones donde no percibimos nuestro alrededor?
¿Producimos mucho en poco tiempo o somos lentos, perezosos y reclamamos?
¿Tenemos pocos o muchos conflictos en la vida?
¿Somos una presencia agradable para las personas o molestamos con nuestra presencia?