«Los Tantras son a los Vêdas lo que el perfume es a las flores.» Kulárnava Tantra
Liberado de mis compromisos con corrientes antitántricas, acabé siendo llevado a aceptar la iniciación tántrica.
¡Ah! ¡Qué felicidad! ¡Qué sensación buena, como nunca antes había sentido! Ahora entendía el motivo por el cual los no tántricos alimentaban tanto resentimiento contra los seguidores de esa filosofía comportamental. Es tanto mejor, tanto más agradable, nos da tanta libertad[1] (¡libertad con compostura!) y nos respeta tanto que, al conocerla, muchos la adoptan en detrimento de las demás líneas.
Sólo comprendí qué reprimido había sido, cómo venía siendo duro conmigo mismo e intolerante con los demás, cuando entré en esta vertiente matriarcal. ¿Qué sentido tenía esa rigidez? Estamos aquí para ser felices y esparcir felicidad a nuestro alrededor, dondequiera que vayamos. Hay corrientes que prometen la evolución por el sufrimiento y hay las que producen el perfeccionamiento a través del bienestar. Las tántricas pertenecen a este segundo grupo.
Descubrí que cuando hablaban de placer, eso no estaba forzosamente relacionado con la sexualidad. Se referían a la satisfacción de cultivar buenas relaciones con los demás sin la actitud represora de criticar o hacer reclamos, al placer de vivir, de disfrutar de las cosas buenas, de ser feliz y de hacer felices a los demás.
¿PERO QUÉ VIENE A SER EL TANTRA?
Olvide lo que leyó en diarios o revistas, lo que vio en cine y televisión. Limpie su mente de apelaciones y sensacionalismos de mal gusto. Tantra no es nada de eso. Tantra es una filosofía comportamental, de estructura matriarcal. Por eso es tan incomprendida, ya que vivimos en una sociedad patriarcal.
El término tantra significa: regulado por una regla general; el encordado de un instrumento musical; tejido o tela, o la trama del tejido. Otra traducción es “aquello que esparce el conocimiento”. O incluso, según Sivánanda[2], explica el conocimiento relativo a tattwa y mantra, por eso se llama Tantra.
Tantra es el nombre de los antiguos textos de transmisión oral (parampará) del período preclásico de la India, por lo tanto, de hace más de 5.000 años. Más tarde algunos de esos textos fueron escritos y se tornaron libros o escrituras secretas del hinduismo. Secretas porque eran de tendencia matriarcal, orientación que fue violentamente reprimida después de la llegada de los arios, más o menos por el 1500 a.C. En aquella lejana época de origen del Tantra, alrededor de 3000 a.C., la India estaba habitada por el pueblo drávida, cuya sociedad y cultura eran matriarcales, sensoriales y desrepresoras. Por eso se dice que eran un pueblo tántrico, o shakta, ya que esta filosofía se caracteriza principalmente por esas tres cualidades. Además, eso es una noción ampliamente divulgada en la literatura seria y universalmente aceptada por los eruditos.
El Tantra, el Sámkhya y el Yôga son tres de las más antiguas filosofías de la India y sus orígenes se remontan a la India protohistórica, al período dravídico, a la Civilización del Valle del Indo[3]. Tal vez por eso esas tres tengan más afinidades entre sí que cada una de ellas con cualquier otra filosofía surgida posteriormente. Este dato es de fundamental importancia en la milenaria discusión: ¿el Yôga más auténtico es de tendencia Sámkhya o Vêdánta? ¿Tantra o Brahmáchárya?
La línea brahmáchárya es patriarcal, antisensorial y represora. Por lo tanto, diametralmente contraria a la línea tántrica, que es matriarcal, sensorial y desrepresora.
¿De dónde surgieron esas características? La mayor parte de las sociedades primitivas no guerreras las tenían. Toda sociedad en la cual la cultura no estaba centrada en la guerra, valorizaba a la mujer e incluso la divinizaba, pues ella era capaz de un milagro que el hombre no comprendía ni lograba reproducir: daba la vida a otros seres humanos. Generaba al propio hombre a su imagen y semejanza. Lo alimentaba con su seno. Por eso era adorada como encarnación de la divinidad misma. Y más: a través de los procedimientos shaktas, era la mujer quien despertaba el poder interno del hombre. Aún hoy ella es reverenciada así en la línea tántrica.
De ahí la cualidad matriarcal. De esta se desdoblan las otras dos características. La madre da a luz por su vientre; eso es sensorial. Alimenta al hijo con su seno; eso es sensorial también. No podría estar contra la valorización del cuerpo, no podría ser antisensorial como los brahmácháryas. La madre es siempre más cariñosa y liberal que el padre, incluso por el hecho de que el hijo nació del cuerpo de ella y no del de él. Y también porque es propio de la naturaleza del macho ser más agresivo y menos sensible. Puede ser que ese comportamiento tenga mucha influencia cultural, pero está reforzado, sin duda, por componentes biológicos.
Por todo eso e incluso como consecuencia de la sensorialidad, se desdobla la cualidad desrepresora del Tantra.
Así era el pueblo drávida, que vivía antiguamente en el Valle del Indo[4]. Así era el Tantra que nació de ese pueblo y así era el Yôga que existía en aquella época: un Yôga tántrico.
Pero un día la India comenzó a ser invadida por hordas de guerreros áryas.
Al guerrero no podía importarle involucrarse más profundamente con la mujer ni con la familia y el afecto. Hubiera sido, incluso, incoherente. No podía tener lazos que lo ablandaran, o se hubiera sentido acobardado frente a la expectativa de la lucha y de la muerte siempre inminente. Entonces, se volvía contra la influencia de la mujer, que podía frenar su libertad y su impulso belicoso. Se puso en contra de los placeres que le brindarían comodidad[5], y en contra de la sensorialidad, pues tampoco podía permitirse sensibilidad al dolor ante el combate o la tortura. Por todo eso la cultura patriarcal es antisensorial y está en contra de la mujer y del placer (¡por lo menos en teoría!). En consecuencia, se torna represora y comienza a prohibir el sexo, la convivencia con la mujer[6] y los placeres en general. Después expande esa restricción, haciendo de ella una manera de ser, una filosofía comportamental[7].
Cuando los arios invadieron la India hace 3.500 años[8], esclavizaron a los drávidas y les impusieron la cultura brahmáchárya (patriarcal, antisensorial y represora) prohibiéndoles, por lo tanto, ejercer la cultura tántrica (matriarcal, sensorial y desrepresora), por ser opuesta al régimen vigente. Quien practicara el Tantra y reverenciara a la mujer o a divinidades femeninas sería acusado de subversión y traición. Como tal, sería perseguido, apresado y torturado hasta la muerte.
De esa forma, con su prohibición por razones culturales, raciales y políticas, el Tantra pasó a ser una tradición secreta. Continúa siéndolo hasta hoy, pues seguimos viviendo en un mundo marcadamente brahmáchárya, no sólo en la India, sino en la mayor parte de las naciones. Es por eso que hasta nuestros días los estudiosos de línea tántrica son agredidos e insultados. Mencionamos razones raciales porque, al invadir la India, los arios eran rubios, en tanto que los drávidas tenían piel oscura y cabello negro.
EL MECANISMO BIOLÓGICO DEL TANTRA
Los antiguos habían descubierto que, para la naturaleza, el individuo es un factor descartable, pero la especie no. Esta debe ser preservada a cualquier costo. La naturaleza es capaz de eliminar sumariamente millones de individuos si eso es útil para la especie. Las sociedades de insectos nos aportan buenos ejemplos de esto, cuando millones de hormigas o de abejas se sacrifican voluntariamente por el bien del hormiguero o de la colmena. En realidad, el ser humano no está muy distante de ese comportamiento. Basta recordar nuestra historia de guerras tribales, después entre naciones y ahora abarcando prácticamente todo el planeta.
¿Qué utilidad hay en saber que la naturaleza descarta al individuo, pero lucha para preservar las especies? Desde la óptica de la ley natural, cuando un individuo se reproduce, ya cumplió su obligación para con la especie. Y enseguida su organismo entrará en un proceso más acelerado de decadencia en dirección a la muerte. Sin embargo, si aprende a canalizar sus energías, creará artificialmente un estado de permanente disponibilidad para la reproducción. Como la naturaleza preserva al reproductor porque es muy útil para la especie, ese individuo estará protegido contra enfermedades, envejecimiento e incluso accidentes, pues se mantiene con más reflejos y más inclinación a Eros que a Tánatos. Esos dos impulsos, el de vida y el de muerte, están en constante oposición en los seres humanos.
Cuando el impulso de Eros actúa más, la persona manifiesta mejor disposición para la vida y mayor vitalidad. Por lo tanto, disfruta de más salud, menos enfermedades y depresión. Por eso también presenta menor propensión a accidentes, que muchas veces no son más que tentativas inconscientes de suicidio.
De hecho, en todo el reino animal, cuando los individuos están aptos para la reproducción, cuando se encuentran bien abastecidos de hormonas sexuales, el impulso de Eros los torna exuberantes y mucho más fuertes. Eso también podría explicar el efecto semejante que tiene la adopción de los preceptos shaktas sobre sus practicantes.
Para terminar, conviene informar al lector que Yôga y Tantra no son lo mismo, son sistemas muy diferentes. Nosotros no trabajamos con Tantra. Enseñamos Yôga. Pero el Yôga original, luego el más auténtico, se fundamentaba comportamentalmente en la filosofía tántrica, ya que el brahmáchárya sólo sería introducido milenios más tarde. Entonces, este último no tiene autenticidad en términos de orígenes y de coherencia con el Yôga. Por esa razón, a todos nuestros alumnos les gustó mucho más cuando comencé a enseñar las mismas técnicas que enseñaba antes, pero con el colorido de una influencia más coherente, más legítima, más original[9]. Fue entonces cuando comenzó mi suceso en el campo de la enseñanza de esta filosofía. Y, como no hay éxito sin que se genere la reacción de los que están siendo superados, tuvo inicio también el conflicto que me estimuló a crecer, a estudiar más, a trabajar mejor y a desenvolver todo lo que voy a relatar en los capítulos siguientes.
SOBRE DISCREPANCIAS HISTÓRICAS
Hay dos versiones principales acerca de la Protohistoria en la India y algunas otras variantes de menor importancia. La razón es que existen pocos registros del período protohistórico, basados en la arqueología, en tradiciones orales y en deducciones construidas por historiadores, antropólogos y otros científicos.
Una de las principales versiones fue adoptada por nosotros por ser la que cuenta con la más extensa y mejor literatura de apoyo documental, a la cual podemos remitir a nuestro lector. Eso no significa que sea la versión verdadera.
Esta interpretación nos enseña que antes del año 3000 a.C. los drávidas vivían en la India y que en torno del año 1500 a.C., guerreros de la etnia aria invadieron su territorio, destruyeron sus ciudades y mataron o esclavizaron a los de etnia drávida, lo que los habría obligado a migrar masivamente hacia el sur de la India y hacia Srí Lanka.
De hecho, eso explicaría por qué los drávidas son mucho más numerosos al sur de la India y en el país vecino, Srí Lanka. También tiene sentido en lo que concierne a la tradición guerrera de los arios, proverbiales señores de la guerra e inventores de las más eficientes armas desde la Antigüedad.
La versión también resulta coherente con la tendencia de algunos líderes arios de exigir la hegemonía de su raza en detrimento de las demás y de cometer genocidios para “depurar” la especie humana, eliminando sumariamente a los de etnias consideradas inferiores. Eso se explica a la luz de la genética, ya que las etnias de piel clara, ojos azules y cabello rubio tienen genes recesivos, mientras que los de piel, cabello y ojos más oscuros son genéticamente dominantes. Así, en un cruzamiento entre los arios y la mayor parte de las demás etnias, la descendencia iría adquiriendo progresivamente las características de las otras, lo que terminaría por exterminar la más frágil. De esa forma podemos entender por qué, a lo largo de miles de años, sistemáticamente, todos los representantes de grupos más claros quisieron eliminar a los demás. Para ellos era una cuestión de supervivencia.
Otra versión que viene ganando adeptos es la que afirma que los arios no migraron de la Europa Central hacia la India en oleadas de invasiones que culminaron con la destrucción de la ya debilitada Civilización del Valle del Indo. De acuerdo con esa versión, los arios estaban en la India ¡hace más de seis mil años…! Académicamente, es difícil sustentar esa afirmación. Sin embargo, si fuera verdadera, los arios ya se encontraban allá cuando surgieron el Yôga, el Sámkhya y el Tantra. Según esa interpretación, no fueron los arios los que destruyeron la civilización Harapiana. Esta se habría deteriorado sola y entrado en colapso por varios motivos, entre ellos la desaparición de un importante río, el Saraswatí. Uno de los motivos que nos llevan a ser prudentes antes de aceptar esa versión, es el hecho de que viene siendo defendida exactamente por los arios. Nos gustaría escuchar la opinión de historiadores drávidas a ese respecto.
Hay una tercera opinión difundida en Francia, según la cual el Yôga habría sido creado allá mismo, por los celtas, y llevado a la India. Por lo tanto, el mérito no sería de aquel pueblo de piel oscura sino de los europeos. Aseguran incluso que el sánscrito no debe ser considerado una lengua indoeuropea sino euro-india, puesto que habría sido llevada de Europa a la India. Fue por eso que recibí la invitación que me convirtió en Presidente del Collège d’Études Celto-Druidiques para América Latina, con sede en Drancy, Francia. Me enviaron una carta donde afirmaban que el SwáSthya Yôga que sistematicé era nada más ni nada menos que el Yôga Celta. Expresé mi vehemente discordancia con esa opinión y rechacé el cargo. Pero de nada sirvió: un día recibí por correo un diploma que me investía de la Presidencia, juntamente con un medallón druídico. Relato esta historia para ilustrar con una tercera versión que pueda servir de advertencia al estudiante para ser cuidadoso antes de avalar una u otra opinión.
En realidad, no importa mucho cuál es la versión verdadera, incluso porque ninguna de ellas debe serlo. No necesitamos perder tiempo con un debate de esa naturaleza, puesto que no somos historiadores y nuestra preocupación prioritaria es el Yôga. Sabemos hasta qué punto es buena nuestra modalidad y ninguna nueva versión “histórica” va a hacernos oscilar en nuestra confianza y fidelidad por el SwáSthya.
Nuestra posición con respecto a este tema es: si la Historia puede contribuir al entendimiento y la fundamentación de conceptos y principios de nuestra vertiente, no vemos ningún mal en mencionar los datos históricos. Si, por otra parte, la Historia no tiene ningún dato que nos interese pedagógicamente para explicar mejor nuestro sistema, no hay por qué citar cuándo surgió cierta ciudad o cuándo existió determinada civilización.
Finalmente, no combatimos las opiniones divergentes de aquella que adoptamos. La mayor demostración de tolerancia y buena voluntad en este sentido es el hecho de que uno de nuestros instructores haya realizado investigaciones y trabajos escritos a ese respecto, dictando, incluso, cursos sobre el tema en nuestra Sede Central en São Paulo y en varias otras por todo el país.
Lo que quisimos dejar claro con estas explicaciones es que no existe ningún estado de animosidad entre este autor y sus discípulos que adopten otra versión histórica, ni constituye de parte de ellos una intención de desacato, pues se han mostrado siempre atentos y cariñosos, consultándonos frecuentemente. Y, repito, no somos historiadores y no precisamos discutir por asuntos que no nos incumben. Nos limitamos a leer y exponer los resultados de las investigaciones de terceros en el campo de la Historia y de la Arqueología.
Sea cual fuere la verdad histórica, eso no altera nuestra forma de ejecutar los mantras, los ásanas, los pújás o la meditación. El Yôga es la técnica. ¡El Yôga aparece cuando todos cierran la boca y se sientan a practicar!
Para terminar, cabe aquí una cita de Jean Cocteau: “A la Historia, prefiero la
Mitología. La Historia parte de la verdad y va en dirección a la mentira. La Mitología parte de la mentira y se aproxima a la verdad.”
Texto del Profesor DeRose
[1] Hablando de libertad, he notado que algunas personas confunden los ideales libertarios del Tantra con la pura y simple anarquía. Cuando les recordamos las normas de la disciplina o de la ética, nos acusan de ser represores para justificar de esa forma sus actitudes, a veces inconvenientes. Esos practicantes no entendieron nada del concepto de libertad con disciplina del Yôga tántrico.
[2] 25. Ver Tantra Yôga, Náda Yôga, Kriyá Yôga, de Swámi Sivánanda (pronuncie Shivánanda), Editorial Kier, página
[3] Ver Yôga, Sámkhya e Tantra, de Sérgio Santos. Leer también los libros: Conhecer melhor a Índia, de
Raghavan, Publicaciones Dom Quixote, páginas 12 y 25; Antigas Civilizações, de Gaston Courtillier, Editions Ferni, página 24; Yôga e Consciência, de Renato Henriques, Escola Superior de Teologia, páginas 26, 33, 34, 54 y 55 de la primera edición.
[4] Con respecto al ambiente, cultura y comportamiento de pueblos matriarcales protohistóricos, lea el libro Yo recuerdo…, de este autor.
[5] Consta que una de las razones que contribuyeron a la caída del Imperio Romano habría sido la introducción de los baños calientes como hábito cotidiano, que habrían reblandecido el temperamento de sus –antes− bravos guerreros. En el Brasil, para domar la fibra de los temibles indios Cinta Larga, del Amazonas, los constructores de la carretera Transamazónica usaron… ¡azúcar!
[6] Autobiografia , de Swámi Sivánanda, Editora Pensamento, página 140.
[7] En varios libros de línea brahmáchárya se encuentra la prohibición de utilizar ajo y cebolla en la alimentación, mientras que en los de Yôga tántrico esos dos alimentos son considerados muy útiles para la salud. Es que, por ser bastante energéticos, suelen aumentar la energía sexual de quien los utilice y, como los brahmácharyas están contra la expresión de la sexualidad, tales alimentos son considerados “peores que la carne”.
[8] Nota sobre discrepancias históricas: hay dos versiones principales para la Protohistoria de la India y algunas otras variantes de menor importancia. A ese respecto, lea el último apartado al final del capítulo.
[9] Aun así, me llevó tiempo desintoxicarme del lavaje cerebral a que había sido sometido anteriormente. Incluso estando atento para eliminar toda esa tendencia mística y represora, demoré más de diez años en conseguir llegar a un buen término. Y eso sólo ocurrió cuando comencé a entender las raíces Sámkhya del Yôga preclásico.